Discurso de orden 94 años Facultad de Ciencias Agrícolas - UCE - Quito, 2025

Después de recibir el pedido para dirigirles unas palabras por los 94 años de fundación e institucionalización de la Facultad de Ciencias Agrícolas, me encontré en un laberinto de ideas que espero hoy resumir en esta breve alocución.

Tema difícil, por cuanto hay muchos hitos significativos en el devenir de esta facultad, producto de un largo viaje de fortalecimiento institucional con valiosos logros y metas alcanzadas.

Por otro lado, apretado el sintetizar en un breve tiempo a este espacio de la Universidad Central del Ecuador, que ha sido parte de su espíritu de luchas sociales, que han dejado hermosas cicatrices en el alma de este lugar al que honramos y defendemos.

En ese diario pensar sobre cómo afrontar este momento, recordé un bello poema, que trataba de decirme algo, mientras construía oraciones y párrafos que le den sentido a este discurso de orden, un poema de 1911, que luego de leerlo varias veces, comprendí que estaba en mi cabeza porque bien podría acompañar alilo conductual de esta presentación sobre el efímero, pero profundo tiempo que ha tenido la facultad para trabajar por la educación pública del país. Primero desde la agronomía y a partir del 2012 incorporando a los estudios en turismo.

La obra que circulaba por mi mente es trabajo de Konstantínos Kaváfis, poeta griego, en el cual se refería sobre Ítaca.

Ítaca es ese lugar al cual Odiseo prometió regresar para reencontrarse con los brazos de su amor Penélope y al amoroso encuentro con su hijo Telémaco, luego de las guerras helénicas.

Es un relato de un viaje de búsqueda de la tan ansiada sabiduría; es la analogía perfecta sobre el camino que recorren las grandes instituciones como nuestra universidad y quienes la conforman. Es un reto a la adversidad, a las traiciones, a la miseria humana y al absolutismo del poder, pues en su fin tienen una meta noble que les vuelve resistentes al tiempo y al olvido, compartiendo conocimiento en la búsqueda de un país más justo y solidario.

Arranco entonces con esta estrofa del poema de Kaváfis que dice:

Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.

Para la Facultad de Ciencias Agrícolas el camino está iniciado y auguramos que perdure por muchos años más. Su ruta ha estado llena de emociones abrumadoras, puesto que desde su mismo vientre han germinado notables cientistas, destacados docentes, alumnos brillantes y soñadores y un personal de apoyo académico, administrativo y de servicios alineado con los retos que les ha tocado afrontar en todo momento.

Somos un equipo, somos un grupo de seres humanos que tiene un acuerdo colectivo sobre la responsabilidad que afrontamos día a día para el Ecuador y el mundo: docencia de calidad, investigación innovadora y vinculación significativa.

Hemos demostrado que no tememos a esos gigantes caníbales que han tratado de menoscabar nuestro trabajo, ni mucho menos a los desafíos coléricos de algún anochecido y momentáneo poder, que se erigen como trabas para el desarrollo.

Decidimos permanentemente enfilarnos hacia las metas propuestas, porque los monstruos no son parte de nuestra esencia, ya que los hemos enfrentado de forma y fondo, cuando las circunstancias los han demandado, con contundentes acciones para proteger a quienes fueran ultrajados. 

La facultad es un espacio de diálogo de saberes y perfeccionamiento personal, siempre enmarcado en el respeto mutuo, la solidaridad y la complementariedad.

En sus aulas se gestan demandas al Estado sobre la importancia de fortalecer la calidad de la formación pública en Ecuador.  Al mismo tiempo que se germinan semillas para cumplir con los retos que la sociedad actual demanda. Para esto, apuntala a dos sectores claves en el desarrollo local y por ende del país. Por un lado, la agronomía como la transformación productiva de los alimentos sobre una generosa tierra que protege a sus semillas y, por otro lado, el turismo como un proceso productivo, económicamente rentable, naturalmente sostenible y culturalmente enriquecedor.

Agronomía y turismo van de la mano para batirse a duelo contra los males que aquejan a nuestro país y especialmente a su ruralidad, como es la falta de condiciones de infraestructura, la dificultad de acceso a una educación de calidad, el lejano sueño de una oferta de salud integral, más otros males que redundan en terribles circunstancias como la migración eterna de quienes pierden la fe en el campo.  

Agronomía y turismo se juntan para dar esperanza a un modelo de trabajo mancomunado, de territorios pluriactivos, en búsqueda continua de la equidad y la justicia que la sociedad demanda. Salen a la urbanidad a mostrar la riqueza del campo e invitar a un encuentro solidario entre lo urbano lo rural, espacios muchas veces disímiles en un mismo Ecuador.

El caminante dio sus primeros pasos y ahora el poeta nos dice:

Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.

94 años de un continuo viaje compartido, eso es aprender en  comunidad.

Los emporios de Fenicia han sido para nosotros los encuentros con cientos de personas con las que hemos trabajado mediante proyectos de servicios comunitario. Las hermosas mercancías han sido los lazos de hermandad con las empresas e instituciones con las que hacemos practicas preprofesionales y los perfumes son el resultado de varios cursos de educación continua que han marcado rumbo, innovación y propuestas de política pública en lo agrario y en lo turístico.

Hemos ido a muchos lugares del mundo para aprender y compartir nuestro conocimiento, mediante proyectos de investigación, que han sido un sello que aporta continuamente al debate académico, a la innovación y a la propuesta de convertirnos en un actor clave en el desarrollo local. Libros, artículos, patentes han sido el resultado palpable de este ejercicio de creación de saberes a partir de metodologías innovadoras e inclusivas.

Seguimos en nuestra dinámica diaria, seguimos a la voz del poeta cuando dice:

Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguantar a que Ítaca te enriquezca.

Hacemos un viaje lento, pero dejando huellas profundas.

Sede de innumerables eventos de agroecología, de recursos hídricos, de turismo comunitario, de agricultura de precisión, de desarrollo sostenible, de los nuevos retos del turismo, entre muchos otros, somos conscientes de nuestro rol en la sociedad del conocimiento. Editores de varias publicaciones indexadas, desde Rumipamba a Siembra, sumado a varios libros especializados en turismo y agronomía, lo cual refuerza el compromiso de socializar y multiplicar el conocimiento adquirido en las aulas y en los campos de experimentación académica.

Avanzamos hacia la promesa de cumplir con calidad.

Respondemos a la demanda social sobre una agronomía sostenible, tecnificada, innovadora, proveedora, junto al turismo inclusivo, accesible y para todos.

Navegamos en un ambiente donde el bienestar, de todos quienes somos parte de la facultad, es medido continuamente para alimentar planes de mejora de los espacios de relacionamiento entre todos los actores y para edificar espacios dignos para hacer realidad la magia del aprendizaje compartido.

Seguimos fijando nuevos rumbos y marcando el timón en un presente que debe ser construido desde la igualdad de oportunidades y de la erradicación de los males que aquejan a nuestro pueblo.

Estamos disfrutando el viaje y me alegro de haber sido parte de este por los últimos 10 años y contando.

Kaváfis concluye su poema con estas estrofas:


Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.

 Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya lo qué significan las Ítacas.

 

Y ahí, parado ante el innegable futuro y el  fin que tiene todo nacimiento, no hay más remedio que recordar a Galeano, para esbozar ese lejano espacio al que caminaremos con nuestra facultad:

«La utopía está en el horizonte. Yo sé muy bien que nunca la alcanzaré, que si yo camino diez pasos hacia ella, se alejará diez pasos, y cuanto más la busque menos la encontraré: se va alejando a medida que yo me acerco. ¿Para qué sirve la utopía? Pues la utopía sirve para eso, para caminar, para seguir avanzando»

Ese es nuestro futuro común, universal, complejo y profundo.

Perseguir eternamente la utopía de un mundo que no deba esconder sus miserias debajo de la alfombra, que no tenga auditores de conciencia y palabra con poder para estigmatizar al ser humano, que no tenga inequidad, que no tenga abusos momentáneos de poder, que sea ese lugar feliz, del cual todos somos corresponsables de construir.

Así en ese espiral de vida descubrimos donde están las ítacas, ahí está la razón de servir al otro, ahí está el fundamente de esperar al alba para iniciar el trabajo agrícola, ahí está el cansancio acumulado al transitar por este bello país con visitantes.

En esa utopía está el valor y razón de nuestras vidas.

Disfrutemos tan hermoso viaje, con la seguridad de que llegaremos a la recompensa de nuestras Ítacas.

Muchas gracias y buenos vientos.

 

 

 


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