Tomada de Robert Fulghum. Super Lectura… Una de mis favoritas

Y hablando de regalos, tengo que explicarte una regla. Una regla que no es necesariamente mía. La oí de labios de un hombre de aire muy malhumorado, durante una fiesta de Navidad en la oficina. Un hombre que era un caso manifiesto de amargaditis. Acababa de tomar y abrir su lindo regalito de pie del árbol de la oficina. En tono de divertida desilusión, dijo al vuelo:

- Bueno, no es verdad que lo que vale es la intención y no el regalo. No es así. Mi madre me tomaba el pelo de esa manera. He recibido muchas baratijas envueltas en papel de seda a lo largo de los años, de gente que compraba apurada alguna chuchería de plástico para regalarla con la excusa de la buena intención. Les digo que lo que cuenta es el regalo. Mejor dicho: las personas que tienen buenas intenciones hacen buenos regalos. Tendría que haber una regla: la Regla de Oro del Intercambio de Regalos.

Bueno, tal vez sea así. Es un juicio muy duro y demasiado preciso para que sea agradable. Pero el espíritu de las fiestas está claro desde hace mucho tiempo. Dios, que según se dice empezó todo esto, tuvo buen cuidado en enviarnos lo mejor. En más de una ocasión. Y los Reyes Magos no vinieron trayendo chucherías. Incluso el viejo Santa Claus, cuando hace su lista, la comprueba dos veces. Y los ángeles vinieron a traer la Buena Noticia, que no era sobre una liquidación.

Yo sé lo que quiero que alguien me regale en Navidad. Lo he sabido desde que tenía cuarenta años. Juguetes mecánicos a cuerda que hacen ruido y giran y giran y hacen cosas graciosas sin pilas. Juguetes que necesiten mi ayuda de vez en cuando para salir del pantano. Los viejos juguetes de metal pintado que tenía cuando era chico. Eso es lo que quiero. Nadie me cree. Pero eso es lo que quiero, les aseguro.

Bueno, OK, es casi eso, pero no exactamente. Lo que quiero es deleite y sencillez. Tontería, fantasía y ruido. Ángeles, milagros, maravillas, inocencia y magia.

Eso se acerca a lo que quiero. Me cuesta hablar del tema, pero lo que realmente, realmente quiero en Navidad es lo siguiente:

Quiero tener de nuevo cinco años durante una hora.

Quiero reír mucho y llorar mucho

Quiero que me levanten, me acunen hasta que hasta que me duerma y que me lleven a la cama una vez más.

Se lo que realmente quiero para Navidad, que me devuelvan mi infancia. Pero nadie me va a dar eso. Yo podría regalarme al menos el recuerdo, si lo intentase. Se que no tiene sentido, pero ¿desde cuando tiene sentido?

Navidad se trata de un niño de allá lejos y hace mucho tiempo, y se trata también del niño de ahora. En ti y en mí. Esperando, detrás de la puerta de nuestros corazones, a que ocurra algo maravilloso. Un niño que no es práctico, ni realista, que es ingenuo y terriblemente vulnerable a la alegría. Un niño que no necesita, ni quiere ni comprende regalos como medias, pañuelos o sacacorchos.

La Regla de Oro es verdad.

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